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Más de cien regalos

El Atlético de Madrid celebra los cien goles de Fernando Torres con la rojiblanca

Se acabaron los felices años veinte en el gigante norteamericano, y las calles se pintaron de gris, dejó de oírse el Charleston, los trajes, en su día relucientes y con colores que resaltan, fueron quedándose más y más insulsos, cambiando la elegancia por el aburrimiento.

Es imposible imaginar esa época y no oler el whiskey, no sentir el humo del tabaco encendido con las cerillas que vendían las viejas en la calle, buscando a la desesperada unos dólares para ir tirando, sin oír los gritos de un niño con boina y rodeado de periódicos invitando a leerlos. "Extra, extra", los inversores están saliendo del mercado y la noticia corre como la pólvora por Detroit, Nueva York, Whashington o Boston.

Para encontrar algún parecido con esas avenidas donde los mozos dan las últimas horas, basta con acercarse al Vicente Calderón y esperar a que caliente Torres. El ambiente cambia, los pequeños se ilusionan, los mayores de aceleran y cincuenta mil ojos se centran en una espalda, la del nueve.

Y cuando Fernando da el primer salto, pelea la primera pelota, se cae, se levanta, le tiran, se revuelve, se vuelve a levantar y tira a puerta, y sale fuera, y la roba, la pasa, la toca, la pierde, la gana, la metamorfosis es total, huele más fuerte el puro y grita más alto el viejo.

Llega un córner, una falta lateral, el jugador pisa fuerte el césped y se levanta un poco la hierba, alza la mano derecha y fija su mirada en el punto de penalti, y es entonces cuando el "extra, extra", llega al Calderón. Se puede oír de muchas maneras. Para algunos es un "aquí va a mojar el niño", para otros un "venga, coño Fernando" y para todos, el mítico "ahora, Atleti ahora".

Si se diera el caso de que hiciera entrar el balón en la portería el de Fuenla, pueden imaginarse el revuelo que trae a las gradas, donde suena el Charleston, vuelve el cabaret y puedes convencer al que sea para que invierta todos sus ahorros en la bolsa, que ya llegará el jueves negro.

Este sábado tocó que entrara la bola, al final de un partido que se pone cuesta arriba y que augura tormenta. Fue en el minuto 92, para dar tranquilidad al equipo, y regalar uno de los momentos anteriormente descritos. Pero este fue especial. Porque con el primer desmarque, el salto de Torres, y el empujón hacia la red, eran cien los goles que había marcado en el Atlético de Madrid.

El pequeño que soñaba con meter un gol en su equipo, y que pensaba que todo lo demás sería un regalo, volvió a disfrazarse de Rey Mago para emocionarnos a todos. Porque es imposible, matemáticamente, que un colchonero oiga la combinación de palabras "ha marcado el niño" y no le vengan los recuerdos en ráfaga, tan rápidos que no puede elegir uno.

Cuando, en el minuto 92, vimos ese balón dentro, a Sabina le dio por escribir, mi amigo Carlos, Napoleón como yo le llamo, agitó fuerte la bandera del Atleti desde el Fondo Sur, el de Ketama salió a correr, por el Conde Orgaz, con su chándal rojiblanco y su orgullo gitano, le miraran como le miraran las señoras. A saber qué estarían haciendo Luis Aragonés, el abuelo Fernando o Arteche, pero da alegría imaginarlo, porque seguro que se ilusionaron como todos nosotros con ese gol.

Después del partido, el protagonista solamente dijo estar pensando en ganar, de una vez por todas un título, no sea que luego digan los envidiosos, que estos cien regalos no valen para nada. Sin embargo, hace falta ser del Atleti para entender que, incluso sin levantar ninguna copa, va seguir siendo imposible no emocionarse cada vez que marque el Niño.


@Dyoatletico


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